lunes, 30 de septiembre de 2013

Clase de morfología del amor

Hoy, me he dado cuenta de que,
al igual que les sucede a los vocablos,
hay amores existentes, posibles
e imposibles.

Los existentes son aquellos que puedes
consultar tranquilamente en el diccionario
y cuya información
viene codificada al detalle.
Las partes vinculantes entienden
de qué va el asunto,
antes de dejar caer su firma al final de su contrato.
Amor cortés, amor de verano,
amorío por amor al arte,
amor libre, amor platónico, amor propio,
hacer el amor, ¡por el amor de Dios!

Los posibles son los que se encuentran
en aquel universo paralelo
que solo percibimos al cerrar los ojos;
pero que no tienen ninguna materialización.
Nadie los conoce ni los ha visto juntos.
Son amores sin antecedentes penales.
Son como entes abstractos
que permanecen en el limbo del amor,
esperando a que llegue su momento
que quizás llegue, o quizás no.

Los imposibles, en cambio... son los que,
lo mires por donde lo mires,
la unión de las partes es incompatible,
ridícula,
malsonante,
escandaliza, ¡es impensable!
y crea solo conflicto
entre los que creen saber algo
sobre lo que está bien y lo que está mal,
sobre el Buen Amor,
sobre morfología del compuesto amoroso.

Sin embargo, en la práctica, la realidad
no deja de superar a la ficción
y no deja de ser irónico,
cuando hay amores que existen,
aun siendo de naturaleza imposible, y
amores que no existen aun siendo posibles,
porque ya hay otro que está ocupando
su lugar.

30 de septiembre de 2013, Madrid
Olivia D.


La dictamadre

¡Esto es una dictadura!,
grité.

No. Esto es ser hija,
para luego poder ser
madre.

Agosto de 2013. Madrid.
Olivia D.

domingo, 4 de agosto de 2013

440,00 Hz o La

Para Dídac.

A veces, aunque estés lejos
pienso que vibramos a la misma
frecuencia.

Somos como aquel caso,
ese que me contaste
aquella noche.
Tú eres una tropa, un escuadrón
de soldados que va haciendo
una marcha militar,
un ritmo insidioso con los talones.
Puede que incluso vayan cantando
la canción de La misión cumplida,
el himno de su legión o
la marcha de los boinas verdes.
Me los imagino moviendo los brazos
y las piernas rítmicamente, en una
extraña coreografía en la que
avanzan, ya no uno por uno,
sino como un solo cuerpo
articulado en único pelotón.

Hombres que han dejado de ser ellos
para ser un número de chapa.
Hombres famélicos vestidos de camuflaje verde alien,
con sus medallas colgadas de sus pechos inflados
y sus rifles descansando en sus hombros huesudos.
Me los imagino a y, además,
es un día lluvioso.

Tú eres ellos.
Tú llegas con la fuerza de un batallón
que se dirige al campamento o a la guerra.
No importa tu destino, porque, sea cual sea,
nunca vas a llegar a él.
Vas a tropezar conmigo.

Yo soy ese puente que se cruza
en tu camino.
Soy ese puente
de petril composición magmática.
Soy firme, clásico y no muy ostentoso.
Soy gris. Un color anodinamente prudente.
No me asusto con facilidad como si fuera
un vulgar puente colgante de La Patagonia.
El viento agita el agua a mis pies
y la espuma salpica mis contrafuertes.
Pero yo no me inmuto. Yo sigo ahí.
Callada. Espero que algo cambie mi vida;
aunque, en el fondo, tengo la sombría
certeza de que permaneceré allí
por muchos milenios en los que
todo mi entorno se transformará,
menos yo.
Yo, que continuaré observando
en mis noches mudas
la remontada al río de los salmones,
y el rodar de los carros y carretas
fabricados por los hombres,
y luego de sus automóviles y,
finalmente, de sus tanques militares
sin que yo pueda hacer nada
por impedir la invasión napoleónica.

Porque yo, no soy nada más
que un puente cuya única función
es la de ser en acto sin potencias.
Limitarme a permanecer ahí
resistiendo las terribles ganas de
levantar los extremos
y echar a volar.
Ser un dragón de roca, un ónix alado.

Es por eso que no espero que tu llegada
simbolice un hito en el discurrir de la eternidad,
ni tú esperas que yo trastoque tu rumbo.

Resulta que nos encontramos.
Resulta que nos encontramos y que vibramos
a la misma frecuencia, y que tu paso,
aun siendo una fuerza relativamente pequeña,
una fuerza de cientos de minúsculos pies
golpeando al mismo compás...
me hace vibrar.
Entonces, es cuando siento que me desintegro.
Que tú me has destruido y que también
estás cayendo al vacío conmigo.
Es como una avalancha en una
sinfonía de notas musicales.
Me has roto, como la soprano
hace estallar la copa de cristal
al sostener por largo rato
la frecuencia de resonancia de la misma.

Ahora, no soy más que sedimentos
en el río.

El agua fluye por todas partes.
Las algas me abrazan y me acogen
como si siempre hubiera estado allí,
como si siempre hubiera sido un elemento submarino.
Mi superficie está fría,
ya no la recalienta el Sol.
Pero, a pesar de eso,
por dentro me alegro
de ya no ser un puente.
De poder dejarme arrastrar por la corriente,
de poder ver mundo, y bosques salvajes,
y ciudades aún más salvajes.

Me alegro de haberte conocido.
Esto no hubiera pasado sin ti.
Y, aunque los soldados rasos,
los cabos, y hasta el teniente coronel,
ya hayan salido del agua
tras haber estado charlando con los peces.
En tanto que sus prendas de ropa,
sus uniformes, se secaban en la orilla.
Después de haber retomado la marcha,
y de que cada uno se desperdigara,
y regresara a casa con su mujer
e hijos.
Y les contasen esta historia
—o no—.

Después de todo ello,
aunque sé que estoy lejos de ti,
me consuela saber que
"seguimos en la misma onda",
que tus revoluciones por minuto
son mis mismos herzios.
Que no importan los eones
que pasemos separados.
Que, cuando volvamos a encontrarnos,
será como si nunca
hubiese pasado el tiempo.





4 de agosto de 2013, Madrid.
Olivia D.

Despertador inoportuno

Sin pedir permiso,
resquebraja el sueño profundo
aquel pérfido pitido
a las putas siete en punto.
Me pide, en fin,
que me aupe de la cama
y desmantele
el imperio onírico
que tan pastelosamente había patentado.

Haciendo... caso omiso,
pienso, ¿por dónde,
por qué parte lo habíamos pausado?

Ah, sí. Bésame de nuevo
por primera vez.

Primeros meses de invierno de 2013. Madrid.
Olivia D. 

viernes, 26 de julio de 2013

Chinchetas

Música para el poema (empezar a leer a partir del segundo 42)

La música taladra mis oídos
como la explosión 
de un universo de chinchetas.

Y mientras, la vida pasa en otra parte.
En la cuna de tu prima,
o en la historia de mi abuelo.
Como una antorcha de recuerdos
aparecen, se van, aparecen, se van...
¿Volverán?

Y la ingravidez se apodera de mi estómago
e igual de mi corazón
maloliente y parapléjico
que necesita de su marcapasos
como el dios
necesita del creyente.

Bajo esta lluvia de chinchetas
en la que todavía me hallo
mientras escribo este ¿poema?,
pienso en lo infinito de la vida
y del zumo de frutas.

Todo mezclado en mis sesos,
como un turrón de gelatina metafísica,
como una camisa hawaiana en el alma.

Curiosa enfermedad padezco, supongo.

Y aquí sigo,
igual que antes.
Con un poema más
en mi registro de obra destinadas a olvidarse,
pero completamente
igual que antes.

2 de junio de 2013, Madrid
Samuel S.

lunes, 22 de julio de 2013

Seré... contigo

Será que ya no pienso en cosas bonitas.

Será que no pienso en una luna sonriente,
en un mono juguetón,
en una nube bien blanca,
en un helado interminable,
en una vaca lechera
negra y blanca y risueña.

Será que ya no sueño con un columpio
que no pare nunca,
con el caramelo más dulce
que haya existido jamás,
con el chicle
más largo del mundo,
con el billete dorado
dentro de la chocolatina.

Será que estoy creciendo,
que los coloretes de antes ahora son barba;
la voz angelical, ya no lo es tanto;
mi gracioso remolino es uno más;
mi dulce inocencia, algo menos;
mis cientos de peluches, recuerdos del pleistoceno.

Será que estoy creciendo,
perdiendo la hermosura de lo vulnerable.

- - -

A uno le queda por vivir
no lo que le viene impuesto por el diablo Cronos,
sino lo que se autoimpone.

Viviré mil aventuras
y cientos de extraños misterios.
Seré un ladrón
y un náufrago.
Policía
y urbanita.
Trovador
y capitán.
Gran rey
y un simple cabo.

Todo eso seré
si quiero.

Pero no puedo hacerlo solo.
Te necesito
para que crezcas conmigo
y me recuerdes
cada poco tiempo
que crecer
no es más
que alejarse del principio
y nunca acercarse al final.

18 de julio de 2013, Madrid
Samuel S.

jueves, 18 de julio de 2013

Será que temo morir

Me pierdo en el tiempo
porque ya no me busca.
No atrae mis deseos y
me pierdo en el tiempo.

Me pierdo en el tiempo
porque ya no se asusta
de verme tan lejos
y ver que no siento.

Me pierdo en el tiempo
porque no se pregunta
qué hacer con mi vida
y avivar mis alientos.

Me pierdo en el tiempo
porque ya ni se inmuta.
Cuando pasa a mi lado
ni saluda, el siniestro.

Ya no se preocupa por mis miedos,
ni por aquel dolor de tripa
que me ató a la cama durante cientos
de días, y noches, e historias.
Aunque si, por algo, pregunta, yo miento:
Todo bien gracias, ¿y usted?
¿Sigue pasando tan lento
por la vida, tan sobrado?
Será que no teme morir, presiento.

17 de julio de 2013, Madrid
Samuel S.